Por esto Israel se defiende

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La ciudad israelí donde correr para salvar la vida es una rutina

Sderot, cerca de Gaza, recibe desde hace ocho años una lluvia de cohetes palestinos
Viernes 9 de enero de 2009 | 
Desde la ciudad de Gaza, Hamas lanza un cohete hacia el sur israelí
Lo que en otro momento no pasaría de ser una banal información geográfica en este caso significa que esta pequeña ciudad del sur de Israel tiene la mala suerte de quedar a menos de siete kilómetros de distancia de la Franja de Gaza.

Mi comentario
A partir del 7 de Octubre de 2024, los terroristas lanzaron en los mas de 90 dias que dura la guerra mas de  20.000 cohetes desde la ciudad de Ashquelon en el sur , hasta Ramat Gan en el centro del pais, mi hija que vive en la ciudad de Holon en el centro, tuvo que correr al refugio con su familia mas de 60 veces.

Por esa razón en particular, hace mucho tiempo que nada es normal y mucho menos divertido en Sderot. Como tampoco lo es en ninguna parte de esta región donde, desde hace 13 días, una guerra despiadada se ha cobrado la vida de más de 770 personas y dejado cerca de 3300 heridos.
Por culpa de ese conflicto, Sderot parece hoy una ciudad fantasma. Sus 24.000 habitantes han dejado desiertas sus calles anchas, sus rotondas llenas de flores y sus jardines públicos para protegerse de los incesantes disparos de mortero y de cohetes del grupo extremista Hamas.
Debido a su inoportuna proximidad con Gaza, Sderot tiene el poco envidiable privilegio de haber sido la primera ciudad israelí alcanzada por un disparo de cohete, el 5 de marzo de 2002. Desde entonces, miles de proyectiles de corto alcance Qassam y Grad aterrizaron en sus calles y sus casas, sembrando el pánico y la desolación.

Mi Opinion
Ademas de esta ciudad, todas las cercanas incluidos kibutzim y moshabin, debieron ser evacuados. Despues de 100 dias de guerra, todavia no pudieron retornar a sus casas por los bombardeos y las destrucciones que hicieron inabitables muchas propiedades.

  "El efecto psicológico de esa agresión constante es tan devastador que 33 por ciento de nuestros niños padecen trastornos de estrés postraumático", explica Daliah, maestra de una escuela primaria.
Desde que comenzó la guerra, las escuelas permanecen cerradas, los adolescentes no se reúnen por las noches a bailar y los adultos dejaron de acudir a los cafés. Toda la atención está concentrada en seguir el desarrollo de la ofensiva israelí. Con entusiasmo.
"Estoy orgulloso de lo que está haciendo nuestro ejército para terminar con esta pesadilla", confiesa Ior. Este inmigrante ruso, que llegó aquí en la década del 90, ha alineado con ahínco dos docenas de restos calcinados de Qassam y de Grad en el jardín de su casa y los decoró con banderas israelíes. "La verdad, después de tantos años de humillación, finalmente me siento israelí", confía.
Para proteger a la población, las fuerzas de defensa israelíes desplegaron en Sderot un ingenioso sistema de detección y de alerta precoz bautizado Red Dawn, que está dotado de unos altoparlantes que advierten a los civiles de la llegada inminente de un proyectil. Cuando las sirenas suenan, la gente tiene 45 segundos para correr al refugio más cercano. Por esa razón hay refugios en todas partes. Las casas y las escuelas tienen refugios; los hospitales, los comercios importantes, los edificios públicos y hasta las paradas de colectivos han sido transformados en escudos anticohetes.
El más imponente de esos búnkeres es el que está destinado a los niños, en la parte nueva de la ciudad. Es un edificio común, rodeado de un jardín perfumado, donde algunos jóvenes soldados del ejército israelí aprovechaban ayer una hermosa jornada de sol. El interior está constituido de una enorme sala rectangular, iluminada apenas por dos minúsculas ventanas. El piso está cubierto de colchonetas alineadas con esmero.
Pero lo que conmueve son los juguetes. Los hay de todo tipo y para todas las edades: sonajeros para bebes, cubos para niños pequeños y pelotas para los más grandes. También hay libros. Y suena una música. Hay incluso un grupo de jóvenes adultos que llega con guitarras, flautas y otros instrumentos. "Para que piensen en otra cosa", explica Ben, el responsable.
Alarma
En la ciudad vieja, alrededor de la estación de ómnibus, un grupo de jubilados judíos llegados de Marruecos juega a las cartas en el café de Kim, indiferente de las bombas que caen sobre Gaza y de los vidrios que se estremecen al ritmo de los "bum, bum, bum" que parecen estallar a 20 metros.
"Nos encontramos todos los días aquí. ¿Los Qassam? Tonterías. Hace ocho años que es así. ¡No se puede dejar de vivir!", dice Charly.
Para él, el problema es Hamas y su política de agresión contra Israel. "Con los palestinos, por el contrario, no tenemos problemas", dice. Hace apenas dos meses venían de Hebrón, a 20 minutos en auto de Sderot. "Vienen cargados de productos de contrabando comprados en Jordania: perfumes, cigarrillos, afeitadoras. Y los venden aquí."
A las tres de la tarde en punto, las sirenas comienzan a sonar sin que nadie preste atención. Poco después, la alarma insiste, estridente, y los altoparlantes advierten a la gente que debe dirigirse de inmediato a los refugios. Imperturbables, los cuatro amigos siguen jugando a las cartas mientras las calles se vacían. La gente corre a protegerse. Esta cronista también.

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